Del libro Rompiendo Huevos, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.
Queridos amigos, sepan disculpar, les traigo una mala noticia: está en marcha una conjura, una conspiración contra nosotros.
Yo la llamé La Conspiración de los Ex Novios.
Tal vez piensen que estoy un poco trastornado y es por eso que afirmo lo que afirmo. Sin embargo, puedo probarles que tengo razón. Aunque eso no sirva para combatir esta Traición Universal que se cierne sobre nosotros.
Veamos de qué se trata todo esto.
A medida que uno va creciendo, se van reduciendo las posibilidades de ser el primer hombre en la vida de una mujer. A menos que uno sea un perfecto imbécil que cree en los Reyes Magos y en la virginidad de su novia.
Cuando un joven tiene doce o trece años, le es bastante sencillo ennoviarse con una niña que no haya besado a ningún otro chico en toda su vida. Pero algunos años después, a los veinte o a los treinta, si nuestra novia no ha fornicado con una dotación completa de bomberos —incluido el perrito mascota del cuartel— es porque la chica debe de tener un asombroso parecido a un pájaro.
Por lo tanto, toda chica que uno conozca ha salido al menos con uno, dos o más chicos previamente. O simultáneamente, eso sí que no lo sé.
No importa el grado de intensidad que hayan tenido esos amores previos al nuestro. Lo mismo alcanzan para desmejorarnos considerablemente la salud.
Un buen día (o un reputísimo día, eso se verá después) uno conoce a una agradable señorita. Ella, por supuesto, sale con otro señor. Una chica agradable siempre está saliendo con algún señor, salvo que su figura sea un atentado a la estética, o que su mente haya inspirado todo un voluminoso tratado sobre la histeria femenina.
La chica se enamora de uno y lo manda al novio a paseo. El tipo a partir de ese instante se convierte en un ex novio. Y se une a la Conspiración.
Lo primero que hace el hijo de puta es interferir en el nuevo noviazgo. En vez de declararse vencido, resignarse y comenzar una nueva vida probando suerte por otros lados, él se dedica a intentar reconquistar a su amor perdido.
El primer paso en su misión es apelar a los recuerdos. Mientras nosotros, pobres diablos, gastamos fortunas en regalitos para nuestra nueva chica, el inmundo batracio se limita a mostrarle asquerosos muñequitos de felpa que ella le regaló a él, le enseña fotos, videos y demás objetos que recuerdan el amor que ya fue.
Si eso no da resultado, la rata infecta pasa al segundo paso, esto es: cruzarse de sopetón en el camino de la nueva pareja. Por ejemplo, uno sale del cine con su flamante chica y se encaminan hacia el telo más cercano. Y ahí está el ex novio, sentadito en el umbral, fingiendo que llora contemplando una foto de su amor robado. Claro, el canalla le inspira lástima hasta a uno mismo. Ni qué hablar de nuestra novia que se pasa dos turnos carísimos reconsiderando la posibilidad de volver con él, "pobre... ¿no viste lo mal que estaba?"
—¿Mal? ¡Ese gusano estaba fingiendo! ¡Lo único que quiere es joderme la vida!
—¿Te parece? Yo lo vi tan mal...
Cuando nuestra novia parece olvidarse y decide entregarse a las redes del sexo —siempre y cuando las redes del sexo puedan tenderse en cuatro minutos, pues ése es el tiempo que resta del turno—, el maldito bastardo rompe a llorar desde el umbral del telo. Y bien fuerte, a los gritos, cosa que resulte imposible la realización de nuestra pose preferida.
Digamos que nuestro romance prosigue, un poco porque así lo necesito para continuar este capítulo, y otro poco porque le acertamos un cenicero en el parietal del canalla, quien quedó tendido en la vereda del hotel alojamiento.
Otro día, cuando llamamos a nuestra novia para ponernos de acuerdo sobre qué vamos a hacer esa noche, ella nos dice que no, que no va a poder ser, pues tiene que salir de manera urgente.
—¿Y adónde tenés que ir tan urgentemente, si se puede saber?
—Ay, no. No te lo puedo decir.
—Te mato.
—Bueno, che, me tengo que encontrar con Guillermo.
—¿Y para qué lo tenés que ver?
—Y... me llamó... dijo que tenía ganas de verme... Dice que me extraña mucho... Y además tiene que devolverme unas cosas que se quedó después de que nos separamos.
—Decile que se las quede. ¡Yo te compro nuevas!
—Es que son cartas, tarjetas...
—¿Para qué vas a andar juntando mugre...?
—No digas esas cosas. ¡Aparte, no sé qué te molesta tanto! ¡Ni que fuera un extraño!
Y tiene razón. No es un extraño. Claro que no. El maldito conoce a nuestra novia perfectamente. Sabe por qué lado atacar para que ella afloje. Sabe qué cosas le agradan y cuáles no.
Una casta aparte dentro de la Conspiración la integran los "ex novios pero amigos hasta la muerte".
Estos cultores del hijoputismo más refinado son novios rechazados que la van de "quedamos como amigos". Es justo reconocer que estos sujetos tienen unas bolas así de grandes, pues sólo de esa manera un varón puede soportar que su novia le cuente "amistosamente" cómo fifotea con su nuevo novio.
Yo no podría, se los aseguro.
La cuestión es que estos verdaderos buitres se bancan que sus novias los abandonen y luego, en vez de adoptar una actitud reptil, llorar, escribirles cartas que promocionan sus prontos suicidios y todo eso, la juegan de amigotes.
—Así que te enganchaste con mi amigo Adrián, al final, ¿no?
—Sí, ya me calentaba desde que salía con vos... Incluso cuando vos tuviste que viajar a Rosario por el laburo ése, yo me acosté con él un par de veces... ¿No te jode, no?
—¿Joderme? ¿A mí? ¡Ja, ja, pero por favor! ¿Somos amigos o no somos amigos?
—Sí, claro, pero como durante los dos últimos meses en que yo me acostaba con vos, yo me imaginaba que lo hacía con él, pensé que a lo mejor te iba a molestar un poquito saberlo...
—¡Pero tontita! ¿Para qué somos amigos, si no?
—Tenés razón, tenés razón... Y te acordás de que muchas veces cuando yo llegaba al orgasmo gritaba "¡Adrián! ¡Adrián!"...?
—¡Sí! Ahora que lo decís me acuerdo perfectamente... Qué tiempos aquéllos, ¿no? Tengo que decirte que yo no te guardo ningún rencor...
—Yo tampoco...
—¿Y si...?
—¿Vos te referís a revivir tiempos pasados, pero en la habitación 12, ésa con ambientación mapuche y luces estroboscópicas?
—¡Justamente! Pero eso sí: ¡como buenos amigos, nada más!
—¡Claro! ¡Vamos que te cojo todo, amiguito del alma!
Estos tipos, con una perfecta combinación de estoicismo e hijaputez, buscan permanecer al lado de sus ex novias, compartiendo con ellas todo lo que puedan para, en el momento preciso, atacar con todo y lograr su cometido. Quienes pueden soportar el sufrimiento de ver a una persona amada amando a otro, suelen salirse con la suya y tener éxito.
Es así nomás, amigos. Los ex novios siempre ganan. Es una regla matemática. Salvo cuando el ex novio es uno. Y ésa es la excepción que confirma la regla.
La Conspiración ya está en marcha.
Tiempos negros se avecinan para nosotros.
1 comentario:
Hahaha estoicisimo e hijaputez xD. Oye que mierda esto es nuevo para mí, y lo viví me lleva el carajo :(, gracias por hacerme ver que no soy el único y hacerme reir un poquito.
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