Del libro Rompiendo Huevos, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.
Ya en el primer año de la carrera de Sociología te enseñan que el hombre es un ser social, que la humanidad tiende a agruparse, que el ser humano busca reunirse con sus pares y demás frases por el estilo que le buscan connotaciones académicas a un simple picado playero.
Pero, aunque sea en parte, esto es bastante cierto. La gente busca juntarse con más gente, en lo posible parecida; dos tipos creen en un mismo dios y ya fundan una iglesia; dos sujetos opinan que tal gobierno es una porquería y ya fundan un partido político; tres giles se dedican a fabricar boludeces con fosforitos y ya labran el acta de fundación del Club Internacional de Fosforitófilos.
Hay que reconocer que estas gentes no rompen mucho las guindas —con la excepción de dos o tres partidos políticos— y si así se divierten, felices de ellos.
Pero hay cierta clase de agrupaciones humanas que sí molestan, que sí incordian y que sí rompen las guindas y el resto de la producción frutihortícola nacional. Los fan clubs.
Los fan clubs son unas singulares instituciones en las que se agrupan los admiradores, seguidores y —su nombre los delata— los fanáticos de un cantante, un actor o de cualquier nabo que aparezca en la televisión o en la radio.
Un fan club funciona, más o menos, de la siguiente manera.
Apenas aparece el disco debut —o el primer programa— de uno de estos idolitos, cada una de sus admiradoras (el 99% de los miembros de un fan club pertenece al segmento "adolescentes—mujeres") funda el fan club de ese sujeto.
Supongamos, por ejemplo, que surge un nuevo cantante de rap (porque no tiene la voz suficiente como para cantar en serio) que es rubio, lindo, joven y se llama, también por ejemplo, I.M.C. Pop Gómez Laborde (los rappers siempre tienen nombres con muchas iniciales, como Run D.M.C., M.C. Hammer, y demás).
Bueno, ni bien I.M.C. Pop Gómez Laborde edita su primer (y último, y único) disco, trescientas adolescentes se apresuran a fundar otros tantos fan clubs del artista. Aclaración: leyeron bien. No es que las trescientas niñas se agrupen en un único y numeroso I.M.C. Pop Gómez Laborde Fan Club, sino que las trescientas, por separado, fundan trescientos fan clubs, pues todas ellas quieren tener el privilegio de ser las presidentas del fan club de sus ídolos.
El segundo paso es bautizar a la nueva institución con un nombre rimbombante, y que la diferencie de los demás fan clubs de la estrella. Aparecen entonces nombres como The Original I.M.C. Pop Gómez Laborde Fan Club, The Official I.M.C. Pop Gómez Laborde Fan Club, The Best of All I.M.C. Pop Gómez Laborde Fan Club y The Autentic and Legitim (estas chicas son más fanáticas que conocedoras del inglés) I.M.C. Pop Gómez Laborde Fan Club.
Ahora bien, la actividad primordial de los fan clubs es sobresaturar el ambiente con el ídolo elegido. Entonces, se reúnen en plazas, parques, galerías y demás lugares públicos con el fin de intercambiar material de I.M.C. Pop Gómez Laborde. Pero no se intercambian los discos, que al fin y al cabo es lo único que I.M.C. Pop Gómez Laborde hace y gana guita con ello. Los discos ya los tienen todas las chicas del fan club. Entonces, lo que intercambian, venden, compran, permutan, coleccionan y atesoran es una sarta de pavadas como fotitos de I.M.C. Pop Gómez Laborde, noticias sobre I.M.C. Pop Gómez Laborde, chismes sobre I.M.C. Pop Gómez Laborde, fotocopias de fotocopias de fotocopias de una foto de un diario en la que I.M.C. Pop Gómez Laborde aparecía detenido por sobredosis de laxantes, y hasta boletos de colectivo cuyas últimas cifras coincidan más o menos con el año de nacimiento de I.M.C. Pop Gómez Laborde. Sin ánimo de dárnosla de cultos o de exquisitos, pensemos un poco: ¿Alguien conoce algún Ludwig van Beethoven Fan Club? ¿Algún Piotr Ilych Tchaicovski Fan Club? ¿Algún Ernesto Sabato Fan Club? No, ¿no? Y conste que no estoy mencionando a artistas conocidos sólo por una minoría de elitistas, sino que se trata de gente tan pero tan conocida que hasta rayan en lo popular. Pero en fin, no hay fan clubs así.
Sí los hay de grupejos musicales y artistoides que son una masita para hoy y hambre para mañana, como Bravo, Magneto, Mecano o I.M.C. Pop Gómez Laborde.
Con lo que podemos empezar a pensar que la existencia o no de un fan club habla de la categoría del artista.
¿Y en qué molestan estas chicas? No, no es que molesten. Escorchan un poco cuando uno quiere pasear por una galería un sábado a la tarde y no puede porque está colmada de fanáticas de un grupo al que tenemos el gusto de no conocer, o cuando uno tiene que ir a la conferencia de prensa de un grupo musical extranjero y no puede entrar porque hay más fans que gente, o cuando uno escribe cosas como éstas y al otro día empiezan a llamar y a mandar cartas las presidentas de los fan clubs de Magneto para putear en voz alta o con letras mayúsculas.
Aunque ahora que lo pienso un poco mejor…
¿Lacanna Fan Club suena mal?
¿O, mejor, The Official Lacanna Fan Club?
¿O quizá Lacanna Fan Foundation? Eso sí que queda bien...
Habría que pensarlo.
2 comentarios:
esto es un escrito premonitorio de tus Salieris!
de nada, Lacanna
Cierto, María. Y cómo escorchan...
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