miércoles, 7 de septiembre de 2005

ABUELO A LOS VEINTIDÓS AÑOS

Del libro Rompiendo Huevos, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.
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Muchos lectores recordarán a Richie, mi mascota, gato hijo de puta como pocos, al que considero el hijo que todavía no tuve. Alguna vez he contado la forma en que vi-no a dar a esta casa, y en alguna otra ocasión he relatado la forma en que vino a rajar de esta misma casa para calmar su felina libido con alguna gata trola que lo provocaba desde la azotea. Como para completar una trilogía sobre mi gato, procederé a explicar cómo esta bolsa de pelos me convirtió en abuelo a los veintidós años.

Luego de aquella escapada en la que el gato saltó por una ventana al pozo de aire de mi departamento interno y regresó —inexplicablemente, por cierto— caminando lo más pancho por el palier, el animal se había calmado un poco, o por lo menos mi novia ya había dejado de tener pesadillas en las que quedaba embarazada por su propio gato.

Pero, claro, esa paz duró poco. Unos meses después volvió a calentarse (mi gato, no mi novi… bueno… sí, mi novia también, pero… De acuerdo… Reelaboremos la frase.) Unos meses después mi gato volvió a calentarse. Saltaba, maullaba, lloraba, se tiraba pedos, se fifaba los muñecos de peluche de mi novia, en fin… Cuando yo estaba a punto de sacrificarlo con un hacha de cocina, intercedió mi novia y lo salvó. Ella se lastimó seriamente un dedo, pero salvó al gato de mi furia asesina.

Ante mi explicación de que más valía masacrarlo ahí mismo, sobre la mesada, que soportar que copulara con frazadas y con ositos de felpa, ella dijo que tenía una idea: iba a cruzarlo con la gata de mi suegra (porque en lenguaje veterinario, "hacerlo coger" se dice "cruzarlo").

Me fui a trabajar más tranquilo, pero mi tranquilidad duró hasta el momento exacto en que mi novia me llamó para darme unas instrucciones:

—A la vuelta, pasá a buscar a Priscilla.

—¿A quién?

—La gatita de mamá.

—¿Priscilla, se llama? Bueno, no importa. Está bien, la paso a bus… ¡No, no está bien un carajo! ¿Cómo que tengo que ir a buscar a la gata? ¿Cómo la llevo? ¿En colectivo? Además… ¿Cómo es eso de que la farra se va a llevar a cabo en nuestro departamento?

—¿Y dónde pensabas? ¿En un telo?

—¿Y por qué no en lo de tu vieja? ¡Tiene más lugar! ¡Está acostumbrada a esas cosas! ¡Sus perros se la pasan cruzándose todo el tiempo! ¡Yo soy un chico muy tímido!

—No seas boludo.

Y ahí estaba yo esa noche, viajando en taxi con una gata en un bolso, para que se la cruzara mi gato (¿se dice así, no?).

Bueno, ahora viene lo comprometido. Ejem… En fin, llegué a mi casa con la gata debajo del brazo. Abrí el bolso, liberé a Priscilla y… ¡la puta que los parió a los dos gatos! Empezaron a correrse, a arañarse, a morderse, a putearse a maullidos… Todo en un dos amb. int. recién pint. joya… Por momentos se tranquilizaban un poco… Se acercaban… Se olisqueaban ciertas partes… Y cuando uno pensaba que ahí se terminaba todo de una vez por todas… Otra vez a correrse, a arañarse, a llevarse muebles por delante, a tirarme las botellas del barcito.

Así, toda la noche.

Hasta que nos fuimos a dormir, ya sin ilusión de que pasara algo entre esos dos boludos.

Y pasó.

En la mitad de la noche.

Mientras todos dormíamos —mi novia, yo, todo el edificio—.

Porque ustedes saben cómo grita una gata cuando se la cruzan. Gritan como alguien al que le meten un taladro en el culo. Y nos despertamos —mi novia, yo, todo el edificio—. Porque en un departamento interno retumban hasta los susurros, así que ni falta hace aclarar que la cruzada de los gatos se escuchó hasta en portería.

Pero al fin habían cruzado. Y durante la noche se echaron dos cruzadas más, por las dudas.

Y a Priscilla el Evatest le dio positivo. Y aquí estoy, con tres nietos (dos nenitas y un nenito), sin el menor parecido a Richie, pero la cosa tampoco da como para ordenar un estudio de ADN.

Hágame caso, amigo: si su mascota quiere cruzar, crúcesela usted mismo y se ahorrará más de un problema.

2 comentarios:

nennella dijo...

Uy! too much for me! Muy gráfico!
Sí que es verdad que las gatas gritan! yo una vez escuché una y quería ir en su auxilio, me recomendaron que mejor no...
Y no hay fotos de sus nietecitos? Ya deben ser verdaderos chicarrones!

Anónimo dijo...

Juro por las sagradas escrituras, que las tortugas emiten un gemido entre ronco y apagado cuando hacen la chanchada. Tenía 2 tortugas, ni idea cual era que cosa, y una vuelta ... Silencio sepulcral, excepto por este gemido salido de una película con mal sonido, como un disco de pasta que todavía no comenzó y ahí estaba el quelonio libidinoso montado a la quelonia calentona... Imborrable....