El Gourmet. Parte I.

Me gusta cocinar. Más correctamente dicho, me gusta el CONCEPTO de cocinar.

A ver si me explico.

Me gusta todo lo que tiene que ver con cocinar, exceptuando el proceso físico-químico de cocinar (convertir, por ejemplo, un trozo de carne cruda o un kilo de harina en algo útil a los efectos de la alimentación humana). Me gusta tener la cocina llena de condimentos, especias, polvos, semillas, frascos, frasquitos, y utensilios de cocina.

Me FASCINAN los utensilios de cocina. Muchos de los raids de compra compulsiva que he protagonizado en los últimos años (y que contribuyeron al errado diagnóstico de un trastorno bipolar) tienen que ver con utensilios de cocina. Un rápido inventario de mis alacenas arrojan: tres cacerolas, tres sartenes, dos coladores de los grandotes, dos woks (sí, dos), una plancha para bifes, tres pizzeras, dos fuentes de metal, dos fuentes de vidrio, una vaporera de bambú, y una tortera, o como venga a llamarse esa cosa plateada para hacer tortas y que tienen como un mecanismo al costado para desmoldar el bizcochuelo… bueno, eso. Los utensilios “chicos” son demasiados para mencionar en este espacio, pero es suficiente mencionar que la lista incluye un cuchillito con punta en ángulo para cortar el interior de los pomelos y un coso que tiene algo que ver con las papitas nuasé.

Y no es que pueda hacerme el canchero y decir “nah, me lo regalaron”, o “¡Ja! ¡Sí! ¡Es re gracioso! ¡Resulta que una vez me enchoborré y al día siguiente me desperté y…” No, no, no. Recuerdo perfectamente la fecha, hora y lugar en que compré el coso de las papitas nuasé, y recuerdo perfectamente el haber pensado: “esto realmente lo ne-ce-si-to”.

No sé qué es lo que tengo, pero voy caminando por la calle y paso por un todopordospesos (¿se siguen llamando así o tienen algún nombre más acorde con la coyuntura financiera argentina?) y me entra una sensación de desasosiego desestabilizador. Al rato emerjo del local con un cascanueces, un tercer wok, un rallador de esos con muchos estilos de ralladuras y setenta pesos menos en mi patrimonio (no, definitivamente no puede seguir llamándose “todopordospesos”).

El detalle que omití mencionar desde el comienzo mismo de esta cosa (¿Cómo se llama esto? ¿Notita? ¿Posteo? ¿Entry? Nota mental: actualizarme rápidamente en cuanto al vocabulario)… Lo que olvidé mencionar, decía, es que no sé ni hervir una papa.

No. No sé cocinar. Nada. Bueno, casi nada.

Pero esperen a que pase a enumerar los ELECTRODOMÉSTICOS que poseo relacionados con la actividad culinaria (un “espar”… ¿les dice algo?) o los INGREDIENTES que inevitablemente termino comprando cada vez que voy a un supermercado…

¿Alguien me puede decir qué es el “cardamomo”, para qué sirve, y qué hace ESO en mi alacena?