miércoles, 7 de septiembre de 2005

EL VERANO CINEMATOGRÁFICO

Del libro Rompiendo Huevos, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.
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Durante esta calurosa época del año la televisión insiste en promocionar productos de toda especie, apelando a metáforas veraniegas y muchachas en bikini.

Tomémonos un minuto y echemos un vistazo a la pantalla del televisor.

Las loterías con raspadita se publicitan con señoritas opulentas que menean sus corpiños —o la ausencia de ellos— bajo una enorme ola, al ritmo de un insufrible jingle que inevitablemente menciona los términos "raspe", "suerte", "verano" y "gane".

Los refrescos de cola se anuncian con un grupo de chicos musculosos que juegan voleibol y que hinchan inexplicablemente los bíceps cuando beben gaseosa del pico, como si las botellitas pesaran varios kilos.

Los canales de TV promocionan sus estrenos estivales usando como cortina musical algún tema de los Beach Boys. Estas películas tienen ciertos puntos en común entre ellas: se trata de comedias casi siempre picarescas, las historias trascurren en una playa —generalmente californiana—, a sus protagonistas no los conoce ni el productor ejecutivo y, obviamente, son malísimas.

Los canales de cable pasan infinidad de videoclips en los que chicos y chicas semidesnudos juegan al disco volador sobre la arena, las parejas caminan abrazadas por la orilla mientras se pone el Sol, allá en el horizonte ("¡No, tarada! ¡El Sol no se está hundiendo, burra!"), y los muchachones más rudos juegan fútbol americano junto al mar mientras infartantes putas, prácticamente en bolas, ponen cara de inocentes y hacen oh con la boquita.

En fin, los medios de comunicación provocan una sobredosis de verano. Un verdadero aluvión de imágenes, sonidos, canciones, clips y propagandas, todo relacionado con el verano.

Pero todo es falso.

Los creativos publicitarios insisten en presentar un verano erótico, lindo, sexy, divertido y con muchas chicas ligeras de ropa y de hábitos licenciosos.

En realidad, todo es diferente. Ese verano que postulan sólo existe en los comerciales, en las películas de Tom Cruise y en los videos de Poison.

Nosotros, los simples mortales, vivimos el verano de otra manera, más realista, más terrenal, más aburrida.

Analicemos, sin ir más lejos, algunos ejemplos reveladores.

De acuerdo a las propagandas de gaseosas, a la playa sólo van chicos y chicas lindos. Ni gente vieja, ni jóvenes antiestéticos.

Pero en toda mi vida nunca he visto una playa sin viejas chotas que se instalan en la arena con sus reposeras, sus heladeritas de telgopor, sus revistas, sus lonas floreadas, el mate, el termo, la radio para escuchar el resultado de la quiniela y el perro para que les haga compañía.

¿Simpática, la vieja? Bueno, multipliquémosla por dos mil.

Otro engaño muy común de la televisión veraniega se refiere a las chicas.

Según la imaginación de estos tipejos, todas las chicas que van a la playa son absolutamente hermosas. Todas parecen haber salido de las más exitosas películas condicionadas de la cartelera y, como tales, parecen estar siempre dispuestas al sexo duro tras los médanos.

Nada más lejos de la realidad.

Primero: las chicas no son todas lindas. Con rigor matemático podríamos asegurar que sólo una de cada cinco resulta más o menos digna de un favor.

Segundo: nunca pero nunca están solas. O las muy atorrantas están junto a otro muchacho de gruesa contextura, o están junto a dos muchachos de contextura más gruesa aun, o están junto a sus adiposas madres, similares a las viejas que describí más arriba.

Tercero: jamás dan bola. No sé por qué fenómeno climatológico, pero cuando llega el verano las mujeres elevan su índice de histeria a una potencia incalculable.

La única explicación más o menos lógica que se me ocurre es la siguiente: en la playa, las chicas lindas toman verdadera conciencia del poder de seducción que les otorga el estar semidesnudas —si la chica es muy moderna podemos obviar el semi—, bronceadas, mojadas por el mar y a la vista de todo el mundo. Como es comprensible, ellas también se ponen cachondas con los chicos tostados que hacen surf, pero no quieren involucrarse con el primer caballero que las aborde porque, a lo mejor, detrás de aquella ola viene otro chico mucho mejor. Claro, con ese tampoco va a pasar nada porque ellas buscan al más lindo, al más musculoso, al mejor.

Y marzo llega antes que el hombre de sus sueños.

Otras de las características de ese verano artificial que nos imponen es un ficticio sentido de aventura.

Para los directores de cámaras, unas vacaciones en Santa Teresita deben ser más emocionantes que una expedición al país de los nibelungos.

Es muy común ver en las películas americanas a un grupo de adolescentes reunidos en una playa durante una noche llena de estrellas. Uno de los chicos toma una guitarra y comienza a ejecutar dulcísimas baladas acústicas, y todos se emocionan. Al cuarto o quinto compás, una de las chicas —la más puta— estira sus brazos hacia el cielo y dice: "Wow! I’d really like to fuck under the sea!", aunque el subtitulado electrónico traduzca: "¡Oh, esta canción me enternece!"

Para demostrar que el subtitulado no es muy riguroso en la traducción, la putilla se quita la camisa, y sus impresionantes tetas quedan en contacto con el salobre aire marino. Ni el salobre aire, ni el agujero en la capa de ozono parecen importarle algo a la chiquilla, ya que también se saca el shorcito, los soquetes y las zapatillas. Así, en pelotas, la niña ríe y comienza a correr hacia el mar.

Uno de los varoncitos —el que está enamorado de la atorranta (¡hermano, no te conviene!)— se incorpora rápidamente y, con gesto viril y paso gimnástico, intenta alcanzarla gritando: "¡Oh, Tracy, no hagas eso! ¡El mar es muy peligroso; puedes hacerte daño!", mientras se desabrocha la bragueta, dejando en claro que el traductor es un verdadero pacato.

Dos metros de película más adelante, todos los chicos están fifando sobre la arena.

Se muestran algunas escenas con tetas interesantes, música de los Beach Boys y THE END.

Cuando uno sale del cine, es lógico que quiera imitar esa experiencia, especialmente la parte en que el chico le da alcance a Tracy.

Pero imaginemos un fogón de lo más choto, en una playita de Las Toninas, con un hijo de puta que las únicas canciones que sabe tocar en esa mugrienta guitarra rota son "Rasguña las piedras" y "Cielito lindo", con una fresca de la puta madre, todos con pulóveres hasta en los pies y tomando mate cocido recalentado.

No es lo mismo, ¿verdad?

No. No es lo mismo.

Pero sigamos imaginando. ¿Qué sucedería si uno se incorporara y, bajándose los pantalones, hiciera una clara invitación al amor libre?

El verano pubicitario no existe. Las Californian Girls sólo aparecen en los videoclips de Bon Jovi. El verano verdadero es bastante opaco.

Pero siempre queda la ilusión de tocar rocanrol en la playa, de noche, con un montón de amigos y esperar el amanecer abrazados a una adolescente de lindas tetas.

Soñemos que es gratis, amigos.

1 comentario:

Chinita Jodida dijo...

Ahh... ¿por eso te gusta Bon Jovi??