Del libro Rompiendo Huevos, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1994.
La mayoría de las mujeres adhiere —obviamente sin saberlo— a la filosofía determinista.
Según esta corriente, todo lo que sucede, sucedió y sucederá, se debe a razones ajenas a la voluntad. Tiene que pasar. No es posible evitarlo. Es el Destino.
Para las mujeres, todos sus actos reprochables obedecen a motivaciones misteriosas y de sospechoso rigor científico. Ellas no tienen la culpa. Y algunos hombres, por ignorancia, por bondad, por ingenuidad o por estupidez, a veces creen en tamaña pavada. Si una mujer se echa una furibunda culeada con un caballero que no es su novio, no es porque sea puta, no. Simplemente sucede porque sí, porque está escrito.
Si un candoroso niño de cinco años le ensarta un compás en el ojo a una compañerita del jardín de infantes, nadie opinará que el pequeño criminal merece la ejecución en la silla eléctrica. Enseguida aparecen psicólogas, psicopedagogas, maestras y directoras justificando en cierto modo la actitud del niño "porque claro, pobre... su familia es un infierno. Su padre bebe y golpea a su esposa, y el hermano mayor del nene escucha mucho rocanrol".
El pibe se caga de risa de las psicopedagogas porque sabe perfectamente que lo hizo de puro turro que es, nomás, pero ante sus mayores ya está sobreseído. La culpa no la tuvo él, sino su familia. A lo sumo, como castigo deberá escribir cien veces en su cuadernito: "No debo entuertar a mis compañeritas".
Pero veamos este otro ejemplo.
Uno está felizmente de novio con una veinteañera de franco aspecto indecente. Una noche, ella nos dice que no va a poder salir, porque tiene que quedarse toda la noche estudiando vaya uno a saber qué materia de nombre extraño y poco serio. Uno dice que bueno, está bien, que es una lástima y le pregunta si no quiere que nos quedemos haciéndole compañía sentaditos en un rincón y sin molestar, mientras ella estudia. Ella dice que no, no, no, no, que tiene que estudiar sola, porque si no no se puede concentrar y que mejor nos vayamos rapidito.
Días más tarde, hojeando una frívola revista de actualidad, descubrimos una foto de nuestra chica apretando con un desconocido, ilustrando una nota titulada: "La movida de Flores."
Unos minutos de conversación con un amigo que está en la pomada disipan todas nuestras dudas: "La movida de Flores" no es ninguna universidad de prestigio, y el estudio de ninguna materia requiere el uso de transparencias en el escote.
Uno llega a la casa de su novia con un práctico lanzamorteros, y, justo cuando se dispone a probar su funcionamiento, ella rompe a llorar diciendo que uno no la comprende, que ella no tiene la culpa, que la culpa es de su familia pues sus padres discuten todo el tiempo, su hermano es adicto a los chicles de frambuesa y ella tiene pila de traumas.
Uno le recuerda que ella ya tiene veinte años, es medianamente responsable de sus actos y que nos importa un sorete si su padre es taxi-boy retirado, su madre lesbiana militante y su hermano se inyecta nafta sin plomo: igual es una puta.
Ella responde que no, que simplemente es una víctima de una familia conflictuada, así es la vida, tuvo que pasar.
Ella es inocente. La culpa es de su familia.
Uno está saliendo con otra señorita, linda, aplomada y dulce. Un día, mientras paseamos por un coqueto paseo de compras, la chica se destapa con un: "¿Te comenté? El mes que viene me voy a pescar mojarritas al Pilcomayo. Somos cuatro, los que vamos: Fernanda, Roberto, Fabio y yo".
—Dos parejas.
—Cuatro amigos.
—Dos parejas. ¿Y quién mierda son? ¿Amigos de tu infancia? ¿Primos, tal vez?
—¡Noooo, qué primos! Fernanda es una vecina de una amiga de una prima de una compañera de laburo, y Fabio y Roberto son dos chicos que conocí ayer en el colectivo. Somos un grupo reunido. ¡Somos como hermanos!
—Vos te lo buscaste. ¡Ea, muchachos! ¡Vengan! ¡Van a presenciar un crimen!
—¡Vos no me entendés! ¿Acaso no sabés que soy de Escorpio? ¡Los de Escorpio somos así, intrépidos, temerarios, dispuestos a la aventura!
Por lo visto, nuestra novia no es puta. No es que quiera organizar flor de jodienda entre los yuyos, quizás incluyendo un surubí como adminículo estimulador viviente. Simplemente resulta que, no sabemos por qué conjunción de planetas, ella es propensa a la aventura. La culpa de que ella sea así la tienen su fecha de nacimiento, Júpiter, Plutón y Lilly Sullös.
Otra vez estamos de novios, mis amigos.
Y un día nos levantamos a las seis de la mañana para ir a trabajar, pasamos por la puerta del telo de la otra cuadra y ¡ops!, ¿adivinen quién sale por la puerta con anteojos negros, la pintura corrida y un pelilargo de aspecto exhausto? Sí, nuestra novia.
—¿¡Vos por aquí!? ¡El mundo es un pañuelo! —intenta disimular ella.
—Sí, vaya, mañana podés pasar por casa para devolverme mis cosas. Ahora te dejo porque se me va el colectivo...
—¡No, pará, pará, pará! ¡Dejame que te explique! Resulta que ayer vinieron unos amigos a casa. Tomamos unas copas, y empezaron con que querían salir y que dale, no seas careta, vení con nosotros, no te cortés, somos del palo...
—Palo te voy a meter yo en...
—¡En serio, en serio! Dejame seguir. Yo me puse a pensar en vos y en cómo te ibas a enojar, pero vos sabés cómo son mis amigos: me presionaron y... Yo no soy así, no soy lo que vos estás pensando. La culpa es de ellos que me presentaron a él, a Martín... Martín, te presento a mi novio.
—Encantando. Martín Suárez a sus órdenes. Mucho gusto.
—El gusto es m... ¡Pero rajá de acá, boludo!
—Entendeme, mi cielo. Yo no tuve la culpa. Vos sabés cómo son mis amigos. Empezaron a tomar, y yo no me pude negar... Me presionaron, me presionaron... Yo no quería, pero...
En síntesis. Nuestra chica no se encamó con el pelilargo por voluntad propia. Ella actuó bajo presión. Sólo cumplió órdenes. No iba a quedar mal delante de sus amigos del palo. La culpa es de ellos, qué le vamos a hacer.
Claro, bien podríamos decir que ella tiene veintipico de años y que podría tener un poco menos de amigos hijos de puta y un poco más de personalidad, pero bué. Ha quedado demostrado que las mujeres nunca tienen la culpa de nada.
Actúan así porque en sus familias no las quieren.
Actúan así porque son de Géminis.
Actúan así porque sus amigos son "del palo", y ellas no saben negarse.
Actúan así porque se llaman Paola, "y las Paolas actuamos así".
Actúan así porque tienen un trauma en la etapa anal y ahora tratan de superarlo entregándoles la etapa a quien quiera solicitarla.
No me importa lo que digan los astrólogos, los sociólogos y los psicólogos freudianos.
A mí ya no me engañan tan fácilmente.
1 comentario:
"Uno le recuerda que ella ya tiene veinte años, es medianamente responsable de sus actos y que nos importa un sorete si su padre es taxi-boy retirado, su madre lesbiana militante y su hermano se inyecta nafta sin plomo: igual es una puta."
Espectacular. De pie
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