miércoles, 26 de abril de 2006

¿Por qué este blog, o weblog, o como cuernos se llame este coso?

Veamos. Si usted está leyendo esto es porque el material que publico en este espacio no le satisface en absoluto y realmente quiere saber si estoy drogado, o –en caso contrario- a santo de qué tengo la desfachatez de publicar estas estupideces.

Por otra parte, si yo me tomo el trabajo de escribir esta aclaración es porque –evidentemente- yo tampoco estoy muy seguro de que este material se justifique por sí mismo.

Así que para quienes buscan un fundamento definitivo antes de desconectarse de Internet tirando violentamente del cable para no regresar nunca más a este sitio, y para mí mismo, es que estoy escribiendo esta aclaración.

La primera justificación que me viene a la mente es que me gusta escribir este tipo de cosas. Hace unos cuantos años yo escribía en un par de revistas de humor. Estas revistas no existen más (y sospecho que esto obedece, precisamente, al hecho de que yo escribía en ellas) y, actualmente, el mercado editorial argentino no se presenta muy alentador para alguien que sólo sabe escribir este tipo de idioteces (el análisis de por qué hay mercado para otro tipo de idioteces –muchas de ellas de mayor calibre que éstas- es ajeno al espíritu de esta columna e incomprensible para éste que escribe).

Aunque no se lo crea ni mi madre, en una época me pagaban por redactar anécdotas supuestamente graciosas del tipo: “arreglé un enchufe sin daños a terceros” o “me cayó mal una compota de pera”. Inexplicablemente, estas sandeces se publicaron luego en forma de libro y poco después, la editorial fue a la quiebra (aunque quiero creer que por causas ajenas a la calidad de mi libro).

Así que, en parte por la ya mencionada coyuntura del mercado editorial, y en parte por cierta lógica aversión que tienen las editoriales a publicar mi material (supongo que de alguna forma deben relacionar los conceptos “Marcelo Lacanna” y “convocatoria de acreedores”), no he publicado texto alguno desde hace diez años, salvo algunas páginas por semana en cierta revista, pero sin que aparezca mi nombre, un poco porque no estoy muy orgulloso de ese material y otro poco debido a la ya sugerida superstición de los editores.

Así que cuéntese éste como la primera motivación para publicar estas cosas: extraño escribirlas, aunque no esté muy seguro de haber evolucionado durante estos años como para escribir algo mejor que “me cayó mal una compota de pera”.

La segunda razón que me alienta a hacer esto es un poco más complicada de explicar, mucho más difícil de entender, y decididamente imposible de aceptar como válida, pero es más o menos así: pese a que todo lo que publiqué en revistas fue antes de la popularización de Internet como el medio más eficiente para la divulgación de tonterías, actualmente circulan por allí algunos textos con mi firma, que si bien originalmente fueron escritos por mí, en la mayoría de los casos se trata de copias fuera de contexto, mal transcriptas y hasta modificadas en parte. Sinceramente, esto último no lo entiendo bien.
Puede darse el caso de que una persona copie íntegramente un texto ajeno y lo haga propio eliminando el nombre del autor original y reemplazándolo por el suyo. Eso es lo que llamamos “plagio”.

En otros casos, una persona escribe un texto aparentemente original, pero sobre la base de una idea (y -peor aun- adornado con los mismos chistes o comentarios ingeniosos) de otra persona que ya lo escribió, antes y mejor. Eso se conoce como: “turrada literaria”.

Pero me ha sucedido que una persona copiara textos míos respetando mi firma, y los enviara a algunos sitios que publicaban material humorístico… ¡pero cambiando algunas frases y hasta modificando algunos chistes! ¿Alguien puede explicarme esto? ¿En qué retorcida mentalidad humana puede haber espacio para una conducta tan perversa, habiendo tantas otras conductas perversas tanto más divertidas (y que involucran, por ejemplo, gente desnuda)? ¿A alguien le gusta tanto el texto que decide hacerlo circular por Internet? ¿Y por qué, entonces, cambia algunos chistes que, a mi humildísimo entender, no eran peores que los aportados por mi autoproclamado e indeseado co-autor? ¿No le gusta tanto el material, como para sentirse con derecho a “mejorar” el texto? ¿Y para qué lo divulga, entonces, como si se tratase de una revelación bíblica? Nunca lo voy a entender, y juro que me pasó… Juro que me pasó…

Y lo peor del caso es que yo no tengo la menor intención de que ese material (ni el original ni su versión modificada) circule por allí, por considerarlo horroroso, aburrido y mal escrito, al punto tal de que apoyaría cualquier régimen dictatorial que propusiera una quema de libros, a condición de que se comenzara por incinerar los escritos por mí.

Así que, como segunda justificación de la publicación de estos textos nuevos, valga la excusa de que pretendo confundir al inadvertido lector de mis textos viejos, mezclándolos con material nuevo que me avergüence un poco menos (aunque sólo un poco).

Y, finalmente -y aunque resulte completamente inverosímil- escribo esto porque hay gente que me lo pide. Así de ridículo como suena, existe un grupo de trastornados que me pide que escriba cosas como las que publico acá. No son muchos, ni su salud mental es como para confiar en su buen criterio, pero hay algunos a los que les gusta este tipo de cosas. No voy a dar nombres para no poner en peligro sus empleos o su estatus social, pero… En fin… No sé… ¡Vayan a quejarse a ellos!

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Marcelo, te reencontré a través de Podeti, después de laaargos años de abstinencia en los que nos tuviste a tus fanas de sexhumor.
Gracias por volver a escribir, ya está tu blog entre mis favoritos

Carolina, desde Madryn

Anónimo dijo...

Bienvenido al Copy+Paste!!!

Anónimo dijo...

Te sugiero una posibilidad: no será que efectivamente padeces de transtorno bipolar, y que la persona que modificó tus escritos... SOS VOS MISMO EN UN INTENTO POR CORREGIR O MEJORAR algo que escribió una de tus personalidades y que a la otra no le terminó de convencer?
Pensalo... o mejor, piénsenlo!

Moránar dijo...

La chica de apellido complicado era Ana Von Rebeur Paschwitz.

Sí, mi cerebro es así: guarda pelotudeces como ésa (pelotudez para mí, aunque posiblemente no para Ana) y no, digamos, el modo de resolver integrales complicadas, que me vendría tan bien en estos días.

Marcelo, me acuerdo de esas revistas y de tus artículos y la verdad, me cagaba de risa entonces y volvería a hacerlo ahora. Tal vez no sean los mejores artículos, pero ciertamente hacían reír.

Anónimo dijo...

La diferencia de los blogs y los libros es que los blogs se empiezan a leer por el final, como las revistas de historietas japonesas que vienen al revés (al revés para nosotros).
Bueno, obvio, también hay otras diferencias.
Y si bien empecé a leer por el final gracias a mi amigo Emilio Ferrero que me pasó el link, soy así... y tuve que venir a ver qué decía el primer mensaje inaugural. Cuando empezaste (como cuando empecé mi blog) no tenés idea de en qué se va a ir transformando. Crece, como un hijo.
Un abrazo, estás en mis favoritos, para entrar a curiosear y deleitarme.
Nanim

lraggio dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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